martes, 29 de septiembre de 2015

La grandeza

La grandeza verdadera está en la nobleza del alma, que se da y se gasta, anhelante de darse, en cada uno de nuestros deberes, sobre todo en los que están limpios de vanidad.
¡Cuánta gente, colmada de todo, se queja de continuo, lo encuentra todo mal y no acierta a gozar nunca de nada!

Debemos mirar siempre hacia los que tienen menos que nosotros y contentarnos, y gozar de lo que poseemos sin alimentar nuestro espíritu de quimeras.

La vida es siempre bella si sabemos mirarla con ojos apacibles, con luz de un alma en paz.

No hay más remedio que alimentar el espíritu, para no dejarse caer en el embrutecimiento, en la suciedad, en la mediocridad.
Hay una cultura, un equilibrio del espíritu, una madurez cálida del pensamiento que solo pueden ser el resultado de la larga disciplina, de las facultades superiores, aplicadas, con fervor y con método, al estudio de la obra desnuda de la humana inteligencia.

Solo el estudio desinteresado de las civilizaciones antiguas, que son manantial de las ideas y de los sistemas; el estudio de la filosofía; el estudio de las matemáticas y el estudio comparado de la historia, solo ellos pueden darnos la plena armonía del espíritu.
Amamos nuestra miseria, porque nos eleva y nos prepara para los altos destinos que reclaman corazones fuertes y puros.