martes, 5 de diciembre de 2017

El renacimiento civilizacional


El amor a la victoria, de superarnos a nosotros mismos y a los demás, dio lugar a una cultura europea

En las sociedades europeas sanas y robustas del pasado, el honor se usó como un medio para definirse a uno mismo y este sentido se integraba en la comunidad orgánica. Los códigos tradicionales de honor europeo se basaban en el bien común y en el respeto por nuestros antepasados, el bien común se centraba en las nociones de verdad, belleza y fuerza.



Es nuestro deber, como europeos blancos y racialmente conscientes, formar la vanguardia de la nueva élite, una nueva aristocracia. Como tal, el primer paso para revitalizar nuestro pasado ancestral es a través del fortalecimiento de nuestras mentes y cuerpos.


Al igual que los seres humanos, las civilizaciones experimentan crecimiento y decadencia, dejando a menudo solo restos.

El renacimiento civilizacional siempre está a nuestro alcance, la verdad está de nuestro lado, y la verdad de nuestras posiciones puede hacer que nuestros oponentes abandonen sus falsas afirmaciones en completa humillación. 


Puede ser una conmoción para el hombre moderno desquiciado, que debe protegerse de los desafíos de las opiniones diferentes.

Al igual que los seres humanos, las civilizaciones experimentan crecimiento y decadencia, dejando a menudo solo restos.


Vieron a su alrededor una civilización en ruinas y una nueva clase dominante despreciativa que se enorgullecía de su desdén por la tradición, la jerarquía, calidad estética e integridad intelectual.

Una vez más, la civilización occidental está hecha jirones, solo hay un caparazón de capas muy finas que rodea un núcleo.


Hoy nuestra sociedad, y por extensión la totalidad de la civilización europea, está enferma. 

La enfermedad del alma europea emana de una fetichización insalubre del dinero y su búsqueda, por eso debemos deshacernos del alma judaizada que ha infectado y diluido la esencia de la civilización europea.

El amor a la victoria, de superarnos a nosotros mismos y a los demás, dio lugar a una cultura europea donde la guerra, tanto de la variedad interna como externa, adquirió propiedades que eran a la vez afirmación de la vida y la cultura.



Alain de Benoist

En una época en la que no se para de hablar de “arraigo” y de “memoria colectiva”, en la que el reproche de “anticuado” cae por sí mismo. Todo hombre nace ante todo como heredero; no hay identidad de los individuos o de los pueblos sin tener en cuenta los intereses que los han producido.