No hay tras la muerte ningún lugar de tortura, ni infierno alguno. Ver la propia culpabilidad es la sentencia más severa y al mismo tiempo la máxima penalidad.
El juicio y el castigo están dentro de ti mismo. Se ahonda aún masen la autodeterminación y autosuficiencia en el contacto con lo divino cuando se dice: La labor inconclusa sólo puede ser rehecha por un esfuerzo doble. Nuevamente será tuya la elección, ya sea obrar en consonancia con el plan universal, o ser su enemigo.
Esa es la única muerte que existe, convertirse en una fuerza de la destrucción en lugar de creación, y esta no es una muerte física. Por lo que es tu libre determinación el escoger a qué bando perteneces, al de Dios o, para usar un viejo término, al del diablo.
Lo que llamamos nacimiento y muerte, es sólo la puerta entre dos mundos. No existe nacimiento ni muerte, sólo el cambio, y podemos atravesar confiadamente la puerta, pues todos los mundos fueron creados por una única mano.