martes, 26 de enero de 2016

Es mejor estar solo que mal acompañado.

No hemos de parecer ser personas modernas, dadas al vicio, dadas a acostarse con cualquiera, hemos de ser más selectivos y menos pródigos.  No hay que aceptar a cualquiera hay que aprender a despreciar y a admitir a los que pueden enriquecerte personalmente. Esto no es una postura asocial, simplemente es algo demasiado grande e importante como para otorgársela a cualquiera


Hay personas que sienten pena y lástima por los solitarios. 

Los solitarios son por un lado fuertes y soberanos, por otro endebles de ánimo y apesadumbrados; los primeros escasean y no lamentan la soledad, los segundos sí, y abundan; constantemente, como una maldición, lamentan el mejor de los silencios, que es estar consigo mismo: temen escucharse.


Yo siempre he sido dado a la soledad, a autoexcluirme. No me gustan las masas, no me gustan los grupos numerosos de gente y sus aborrecibles, tediosas y vanas conversaciones; lo hago por mí y mi salud mental, por lo que ahorraros vuestra estúpida lástima: lo lastimero está en aquellos que aceptan a cualquiera a su lado en pos de no estar solos... ¡cuánto miedo!... ¡sí!, en vosotros, ¡pobres de espíritu!. 

Es mejor estar solo que mal acompañado.

Alguien que necesita el asentimiento y la compañía a cada instante es alguien lleno de carencias y de inseguridades, más propio de un adolescente que quiere impresionar que de alguien que realmente está seguro de que aquello que hace es lo correcto... aunque luego puedan errar.