La extrema izquierda se ha quedado sin ideología, sin concepción del estado, la economía y la sociedad, lo que era en su día el marxismo, pero no se considera muerta, porque sigue aferrada a unos valores, aunque para su sorpresa tal axiología negativa, que se reduce ya al antifascismo, la coloque en la práctica en el mismo bando que el liberalismo.
Y todos sabemos que, aunque no quieran reconocerlo, los extremistas rojos ya no son más que la partida de la porra del capital, que les concede las migajas para que sigan ocupando ese espacio y hagan en las calles el trabajo sucio que la policía democrática no se puede a veces permitir por cuestiones de imagen.