martes, 16 de junio de 2020

Hubert Lagardelle



La utopía de la democracia ha despojado al individuo de sus cualidades sensibles, reduciéndolo a la condición abstracta de «ciudadano». 

Del hombre concreto de carne y hueso, con un oficio determinado, desenvuelto en un medio que es el suyo y no otro, con una personalidad definida, ha hecho un ser irreal, un personaje alegórico al margen del tiempo y del espacio, fuera de todas las escalas de la sociedad. 

El hombre de la democracia no es ni obrero ni campesino, ni industrial ni comerciante, ni del norte ni del sur, ni sabio ni ignorante: es un puro hombre teórico.