Una nación puede sobrevivir a sus locos, y hasta a sus ambiciosos. Pero no podrá sobrevivir a sus traidores. Un enemigo en las puertas es menos temible, porque es conocido y lleva su bandera abiertamente.
Pero el traidor se desplaza libremente entre los que están dentro de las murallas, sus murmullos depravados zumban a través de los callejones, y los oímos en los pasillos del poder. Un traidor no se ve como un traidor; habla con una voz familiar a sus víctimas, y lleva su rostro y sus argumentos; apela a la bajeza que yace anclada en el corazón de los hombres.
Pudre el alma de una nación, trabajando en secreto, desconocido en la noche, socavando los pilares de la ciudad. Contamina el cuerpo político que no puede más resistir. Un asesino es menos peligroso. El traidor es la peste.
Marco Tulio Cicerón - siglo I a. C.