El hombre moderno ha derrumbado todos sus mitos, ha falseado todas las religiones y se ha desligado de su tradición. Ahora, una vez liberado, padece la más grave enfermedad: el sinsentido existencial.
De nada vale la palabrería barata. Nada sirve invocar a la diosa democracia y sus guardianes la tolerancia, el respeto, la unión. Cuando se excede en el uso demagógico del término democracia, ocurren atrocidades.