domingo, 4 de octubre de 2015

Todo cambio es antropológico.

Todo cambio es antropológico, lo demás es una pérdida de tiempo.

Todo cambio es primero antropológico, vale decir: un cambio en el hombre. Las conductas, regidas por actitudes y valoraciones, se visten de religión, de ideología, pero responden a lo que el hombre es en su trama profunda de intereses. Occidente también es eso, un código de conducta asimilado durante miles de años. 

Una asimilación de dogmas, de conceptos, de conductas que responden a esos dogmas y conceptos. Lo que se nombra hoy con desprecio, las palabras que se utilizan para nombrar el mal son códigos que disparan conductas que el hombre antiguo, es algo anterior al hombre evolucionado que el pagano es un primitivo. 

Esto pese a que el hombre antiguo comprendía el universo de un modo mucho más amplio, y pese a que el cristianismo haya quemado todo el conocimiento y la comprensión humana anterior a él.



Nietzsche: el más incomprendido de todos. La sociedad occidental no acepta lo evidente. Milenios de dogmas, conceptos y estructuras la han convertido en lo que es hoy. El salto propuesto por Nietzsche es demasiado alto. Cuando decimos que Occidente debe caer, no invocamos la destrucción y la muerte aunque ronden y se manifiesten  sino la desaparición de un tipo de hombre. Oriente nos lleva en eso mucha ventaja: ellos al menos saben que existe el dolor. El hombre sin tal consciencia no es un hombre. Además señores, el hombre blanco ha sido “Oriente” por milenios, ya que no existía Occidente ni la llamada filosofía Occidental.

Cuando Schopenhauer, Nietzsche y Heidegger vuelven a las fuentes, no hacen más que volver a nuestra patria de origen.