miércoles, 1 de abril de 2020

La crítica a la moral exige..



La crítica a la moral exige, lógicamente, un distanciamiento de lo social. Únicamente en la soledad, el individuo se descubre a sí mismo, toma conciencia de sus posibilidades y de su poder, se encuentra en situación de crear, de arrancar sus verdades desnudas a una naturaleza que fluye inocentemente, ajena a las categorías morales, más allá del bien y del mal.

El propio Nietzsche lo advierte: Un libro como éste no se ha escrito para ser leído deprisa..hay que abrirlo muchas veces..es necesario poder sumergirse en él, mirar luego a otra parte y no encontrar a nuestro alrededor nada de lo que nos es habitual.

Frente a las presuntas virtudes basadas en el autoengaño, Nietzsche esgrime cuatro virtudes que considera cardinales: 
Que seamos leales con nosotros mismos y con los que siguen siendo amigos nuestros, valientes frente al enemigo, generosos con el vencido; corteses en todo momento.

 ¿Qué implica la lealtad con nosotros mismos? Ante todo, la fidelidad a nuestras individuales exigencias, posibilidades y capacidades, la probidad, la veracidad. Efectivamente, la veracidad caracteriza a la conducta humana desde el punto de vista de lo subjetivo y presupone, por tanto, el paso de la visión externa, social y alienada a la consideración psicológica. La valoración de la subjetividad sólo es, pues, posible después de la formación de una subjetividad consciente de sí misma. 

Ser veraz y leal con uno mismo exige liberarse de las costumbres morales impuestas por la debilidad, el cansancio, el resentimiento, la enfermedad y la decrepitud. Por eso la probidad, la veracidad y la lealtad para con uno mismo se identificaría con el espíritu libre, con la supresión de los prejuicios. Donde la adaptación a las costumbres que rigen el funcionamiento de lo colectivo se haga inconscientemente no habrá ningún problema de veracidad.

Sólo cuando surge la tensión entre la conciencia individual y el espíritu colectivo, y el individuo tiene que hacerse cargo de esa tensión, se plantea para él la decisión entre la adaptación o la autoafirmación y, por tanto, entre la mendacidad y la veracidad, el autoengaño y la probidad. 

La sinceridad es, entonces, la característica del hombre libre y se opone en este sentido a la disposición zalamera y servil; es virtud de señores, nunca de esclavos. En suma, el espíritu libre es la liberación del hombre para alcanzar la soberanía de sí, la toma de posesión de sí mismo.