Asentar la propia vida en el amor a la verdad, en la sinceridad.
Evitar la falsedad y la mentira, la doblez y la hipocresía, la traición a la propia norma interior, la colaboración con las fuerzas del caos o la rendición a sus incitaciones.
No engañarse ni engañar a los demás.
Que la verdad guíe nuestra acción, procurando no equivocarnos, no caer en el error ni desviarnos del recto proceder.
Que nuestra vida sea íntegra y auténtica, dando preferencia al ser sobre el aparentar.
Que la verdad guíe nuestra acción, procurando no equivocarnos, no caer en el error ni desviarnos del recto proceder.
Que nuestra vida sea íntegra y auténtica, dando preferencia al ser sobre el aparentar.
Esta línea de alta exigencia moral supone nobleza, magnanimidad, grandeza de alma.
Sólo un alma noble se siente atraída por tan noble y excelsa norma de conducta; sólo en un alma grande pueden entrar y tener cabida tan elevados principios; sólo un alma grande y noble puede responder a lo que de ella se pide y a las altas exigencias que plantea el Camino recto.
Sólo un alma noble se siente atraída por tan noble y excelsa norma de conducta; sólo en un alma grande pueden entrar y tener cabida tan elevados principios; sólo un alma grande y noble puede responder a lo que de ella se pide y a las altas exigencias que plantea el Camino recto.
Cultivar esta nobleza es uno de los principales propósitos de la disciplina tradicional.
Antonio Medrano.